Cuando tengo insomnio lloro. Con
todas mis fuerzas lo hago, para profundamente quedar sin energías. Pero el
único precio a pagar, es la consciencia alterada… reflejada en áspero letargo reclamado por los sueños.
Y por extraño que suene, llorar
en mejor. Es mejor comparado a no poder dormir, que en insomnio la mente viaja
sin tiempo-espacio. Allá, donde no hay lo que se llama realidad, donde todo
juega en tu contra.
Razón perdida con rumbo a la
deriva, cobijada entre malos recuerdos e intuiciones poco generosas (habitualmente
referidas a ella). Siempre haciendo de mí extraviado, después de un viaje largo
o cercano... y no me encuentro, y algunas veces, tampoco regreso.
Qué es la irrealidad sino la
percepción contraria a lo real. Después de todo tan contigua a la verdad de esa
propia falsedad, donde ambas, proveen la misma validez. ¿Cómo confiar de algo que
sólo se fundamenta en percepción? Algo que nos gusta designar, a través de
filtros vivenciales.
¿Cómo entregarse?, ¿cómo creer?, ¿cómo
discernir?, ¿cómo confiar?... ¿cómo hacerlo?