sábado, 26 de mayo de 2012

Gritos violentos


Camino sin destino con la mente repleta de tormentos. 
Ni siquiera los sombríos pasajes de la ciudad, 
ni la afonía existentemente precautoria antes de la emboscada, 
me regresan a mi. 

De pronto me encuentro en medio de calles inhabitadas,
aun así el silencio no es puro, los gritos violentos reclaman mi atención. 
No dejan de hacer ruido en mi cabeza,
no me permiten escuchar lo que pienso.

Mi soledad intranquila,
ahora que no requiero tus servicios,
pareces estar más entusiasmada en mi ser.


jueves, 10 de mayo de 2012

Las letras que nunca te di


Las letras que nunca te di, y que siempre quise darte. Ya no existen, se han desvanecido. De algunas, corrí su tinta con mis lágrimas. De otras tantas permití su fuga, esas, huyeron junto a mis esperanzas de que volvieras.

Unas más pesaban demasiado, sin desearlo, las tuve que dejar en el camino. También retuve las que anhelaban tus sonrisas, y les defendí de las pocas repudiando tu persona. Hasta que un día, la minoría ganó.

Las cartas más preciadas, las que mantuve muy cerca de mi corazón, ardieron lentamente con mi alma. Todas trataron de sobrevivir al tiempo, y a pesar de sus esfuerzos, sin excepción perecieron de alguna u otra forma.

Ahora ellas son sólo sombras del pasado, que se mezclaron con cenizas del fuego pasional. Inservibles para muchos, aunque de gran valor para mí. Pues con ellas abono, mis nuevos momentos en sí. Guarde con recelo tus recuerdos olvidados en mi habitación, los que dejaste en mi cama y también los del espejo. Los mismos que demuestran que todo contigo existió.

Las cartas presentaron final opuesto al de tus recuerdos. Es porque carecían de tu esencia, no tenían de ti eso que me atara a conservarlas. Ya no fueron un tú y yo,  inmediatamente se convertían en un sin ti. Ojala hubieras leído todas aquellas cartas, tal vez, y sólo digo tal vez, habrías cambiado tus pensares de mí.

Que en unos instantes existieron tus palabras provocando eco en las paredes. Que en unos instantes existieron tus manos curando mis heridas. Que en unos instantes existió tu piel acariciando mis cobijas. Fueron verdad esos instantes, pero hoy ya no, decidiste llevártelos lejos contigo.

¿Será que encontraras las cartas en el olvido? O ¿Seré yo quien te encuentre desde el olvido por ellas? Eso, eso mi estimada dama del Sol naciente, no lo sé con certeza…


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