sábado, 19 de noviembre de 2011

Luna obscura (Tercera parte)

Mirar la segunda parte de la Odisea Astral. Da click aquí: Sol obscuro

La depresión domino a la joven Luna, haciéndola desvanecer con el pasar del tiempo, cada vez más entre la obscuridad que la rodeaba. Solo caminaba sin rumbo, perdida entre las penumbras, tratando de encontrar lo que le alguna vez le perteneció. Sus ojos, no paraban de derramar lágrimas y sangre, y su brillo lentamente se consumía… era cuestión de tiempo para que pereciera.

Luna se había quedado ciega al mirar los ojos vacíos de su Sol, pero para ella esto era mejor, pues no deseaba admirar el cadáver resplandeciente de lo que aún seguía amando. El Sol simplemente dejo de ser aquello tan especial, por lo que valía la pena sonreír cada mañana.

El astro menor ya había decidido morir, gracias a que lo único que la ataba a la vida se había derrumbado. Hasta que de pronto recordó algo importante… si ella alguna vez fue la razón de existir de su Sol, siendo ambos el uno para el otro, entonces ella sería la única capaz de devolver el equilibrio. Así que respiro profundamente, derramo un par de lagrimas más, y entonces también se dejó envolver por la obscuridad, permitiendo que las sombras devoraran su alma. Su cuerpo ahora se había vuelto un lienzo de odio y amor puro. Tuvo que dejarse perder en la muerte para encontrar a su amado en esta, pues solo así podría rescatarlo.

Ahora que la Luna tenía el aura tan pútrida como su Sol, llamas azules emanaron de su cuerpo, y a su vez un resplandor índigo se dejó apreciar a su alrededor. Fue entonces cuando supo que era tiempo de enfrentar el destino. Como ya no podía ver más, se dejó guiar por los estruendos de destrucción y estos la llevaron ante su astro rey. Una vez que el Sol la vio, inmediatamente guardo silencio, pues aquella parte de su pasado cercano también había cambiado y no solo eso, ahora se encontraba frente al él tratando de reclamar lo que le pertenecía. Luna no podía mirar su propio aspecto, pero supo que ya tampoco era aquel astro inocente que sirvió de inspiración para el amor.

El Sol se enfureció, considero una insolencia la presencia de su Luna, así que decidió destruir todo a su paso. Comenzó a brillar con todas sus fuerzas, quería convertirse en monstruo y devorar toda vida existente. La Luna no podía ver lo que ocurría pero para ella todo estaba claro; el Sol se preparaba para estallar y con esto convertirse en un obscuro abismo de destrucción.

Un hoyo negro… era todo lo que su Sol deseaba ser.

“Oh mi hermosa y poética Luna ¿Por qué desamparas mi inspiración, renunciando a tu derecho divino de ser la más pura entre las musas? ¿Acaso no sabes que necesito de tu pisca astral para poder soñar? Pues ahora rechazo la idea de que merezcas portar el resplandor índigo que te acompaña.”


¿Te atreves a conocer el desenlace?
Mirar la cuarta parte de la Odisea Astral. Da click aquí: El amanecer del ocaso
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