Al entrar a la habitación, lo primero que encuentro son tus prendas regadas en el suelo... sin previo aviso, directo y certero, cual pregunta indecorosa.
¿Te vas a quedar ahí de pie? Con tu mirada me cuestionas, reafirmas intenciones en tus actos. Sin titubear y aunque un poco abrumado por tu falta al tacto, asumo mi rol, te doy lo que me pides.
Camino hacía ti con decisión, hasta que al alzar tu mano, detienes mi paso. Inmediatamente te dejas entender, sin titubeos, exiges equidad, exiges a mi ropa ver caer.
Yo sonrío, te miro fijamente, te hago suspirar. Tú ansiosa y embriagada de fervor, comienzas a blandir tus muñecas, hasta dejarme sin opción. Es ahí, cuando me desprendo de mis telas, lentamente, y lo hago frente a ti...