Todos han
dejado de leer mis palabras, ya nadie se toma el tiempo para pensar en por qué aún
escribo. Ni se preocupan por criticar lo que corre en sus mentes mientras están
frente a mis textos. Ya no los leen.
Con prisa inconscientes egoístas, deambulan sin prestar atención, no dejan más momentos dedicados para saber qué son mis letras. Les es irrelevante saber que me motiva a escribir. Sí... esa es mi realidad, a mis textos ya nadie los lee.
Ya no los leen, ahora, sólo
los sienten. Sonríen y lloran, intentan amar tan intensamente como los
protagonistas, dejan a un lado que es una lectura. Se toman la libertad de ser
parte la historia, besan con la misma energía, perciben los aromas, degustan el
dulce sabor de los labios azucarados.
No se preocupan por lo que en su mente pasa, no les preocupa, mejor guardan silencio, entonces escuchan a su corazón. Los acelerados latidos, el calor de la piel, los suspiros robados, únicamente eso cautiva su atención.
Hermosa naturaleza de mi lector, ser el protagonista en cada una de las historias, entender
que realmente son ellos de quien hablo que lo que cuento es parte de su vida. Yo simplemente
se los hago recordar.