Corro a tu encuentro en nuestro lugar especial, aquel escondido entre los vinos de jerez. Al llegar, te
hallo oculta ante la tenue luz de la habitación. Luces tan bien, tan pasiva, tan sensual, aguardando allí
en silencio por mí.
Sin decir nada, me acerco a ti y acaricio suavemente tu esbelto cuello. Después, a través de un ligero
sonar me invitas a deleitar lentamente el momento, y yo sin objeciones sucumbo a tus encantos, pues
adoro todo en ti.
Adoro el color de tu piel, tan cristalina y caoba, aun mejor que el de la miel. Adoro tu suave aroma, ese
perfume tuyo cual ahora es mi idioma. Adoro tu dulce sabor, el mismo libar delicado retenido en mis
labios con fervor.
Y con sutiles palabras que recaen en fanatismo, defino a cada virtud de tu existir como una
provocación abocada a mi sentir, que, inexplicablemente, eso de ti inherente a la pasión me enamora
y me incita... a serle infiel.
y me incita... a serle infiel.