Las letras que nunca te di, y que
siempre quise darte. Ya no existen, se han desvanecido. De algunas, corrí su
tinta con mis lágrimas. De otras tantas permití su fuga, esas, huyeron junto a
mis esperanzas de que volvieras.
Unas más pesaban demasiado, sin
desearlo, las tuve que dejar en el camino. También retuve las que anhelaban tus
sonrisas, y les defendí de las pocas repudiando tu persona. Hasta que un día,
la minoría ganó.
Las cartas más preciadas, las que
mantuve muy cerca de mi corazón, ardieron lentamente con mi alma. Todas trataron
de sobrevivir al tiempo, y a pesar de sus esfuerzos, sin excepción perecieron
de alguna u otra forma.
Ahora ellas son sólo sombras del
pasado, que se mezclaron con cenizas del fuego pasional. Inservibles para
muchos, aunque de gran valor para mí. Pues con ellas abono, mis nuevos momentos
en sí. Guarde con recelo tus recuerdos olvidados en mi habitación, los que
dejaste en mi cama y también los del espejo. Los mismos que demuestran que todo
contigo existió.
Las cartas presentaron final
opuesto al de tus recuerdos. Es porque carecían de tu esencia, no tenían de ti
eso que me atara a conservarlas. Ya no fueron un tú y yo, inmediatamente se convertían en un sin ti. Ojala
hubieras leído todas aquellas cartas, tal vez, y sólo digo tal vez, habrías
cambiado tus pensares de mí.
Que en unos instantes existieron
tus palabras provocando eco en las paredes. Que en unos instantes existieron
tus manos curando mis heridas. Que en unos instantes existió tu piel acariciando
mis cobijas. Fueron verdad esos instantes, pero hoy ya no, decidiste
llevártelos lejos contigo.
¿Será que encontraras las cartas
en el olvido? O ¿Seré yo quien te encuentre desde el olvido por ellas? Eso, eso
mi estimada dama del Sol naciente, no lo sé con certeza…