Mirar la tercera parte de la Odisea Astral. Da click aquí: Luna Obscura
El poeta solo sonrió sutilmente y dejó caer una lágrima por su mejilla, demostrando que se había quedado sin palabras, pues al fin los astros habían logrado ser uno mismo...
La Luna no sabía como cambiar la decisión de su amado. Suplicaba a él para que detuviera su ataque, pero sus plegarias no fueron escuchadas. El Sol muy empedernido se cegó totalmente, parecía que nada podía aminorar su furia. Lo que más aquejaba a Luna era que no sabía por qué su Sol actuaba de esa forma. Trataba de encontrar esa razón sin obtener resultados y como no pudo hallar respuestas, hizo algo que cambio todo… extrañamente emano luz propia. El cielo se platino de un brillo que solo un astro puede provocar, tan hermoso fue que incluso el Sol se detuvo asombrado por la luz de su Luna. Una vez que la calma volvió por unos instantes dentro del caos, el astro platinado dirigió sus versos hacia su Nova.
-Hace tiempo nuestras vidas se cruzaron, y desde entonces comenzaste a ser más que una simple parte de mí. Gracias por hacerme brillar. Gracias por alumbrarme cada amanecer y regalarme miles de sonrisas.
-Gracias a ti por haber existido. Gracias por haber estado ahí para mí cuando te he necesitado, pero ahora tengo que continuar. Nunca te pedí que me siguieras, porque no me detendré.
-Estoy aquí frente a ti y no espero que te detengas, te pido que regreses a mí.
-Sabes que ya he renunciado a tantas cosas, que no me será posible volver.
-Una vez más te doy las gracias por haberme dejado estar a tu lado todo este tiempo. Ahora me doy cuenta de que no queda nada más que demostrarte… cuanto Te amo.
Sin pensarlo Luna se abalanzó contra el abismo de obscuridad, esperanzada en que este la absorbiera pues no deseaba vivir en un universo sin su Sol. Entonces todo comenzó a salirse de control y acabo por explotar. Un hermoso y destructivo color violeta se hizo presente, la intensidad de su luz fue tan grande que después de ella solo hubo penumbras y silencio.
Terremotos azotaron sin piedad a la tierra, como si toda la furia de un Dios se descargara en su contra haciendo que todo sistema existente cayera. Inmediatamente después de que todo quedo en ruinas, cayó una obscuridad total. Nadie tenía idea de que pasaría ahora que ninguno de sus dos astros estaba ahí para ellos. El mundo quedo inmerso por el caos, todos discutían su derecho a vivir a cualquier costa y estaban tan ocupados en sí mismos, que no se dieron cuenta que ellos habían sido la causa de ensuciar el alma del Sol. Las linternas y las bengalas se convirtieron en los objetos más preciados, pues ellas eran una de las únicas fuentes de luz existentes.
El poeta de la Luna; al presenciar el colapso existente, emprendió la búsqueda de su musa. Él había sido aquel que le recordó una vez a su dama de la noche, la razón por la cual había emanado luz desde siempre y fue también el único que noto a lo efímero sin sentido. Huyo a lo lejos como pudo, donde solo podría encontrarse ante su Diosa, paro justo donde la noche polar solía danzar con el aura boreal. Una vez que detuvo su paso tan acelerado, encendió una bengala roja entre el abismo y entonces se presento ante él el tiempo. Este le agradeció por intentar conservar aun la existencia de los Dioses astrales, él se sentía culpable por no haber cumplido su palabra ante el Sol. Fue entonces cuando el poeta supo que debía atreverse a expresar palabras algunas al obscuro cielo. “¿En dónde es que se esconde aquella Luna a quien han llamado Ilazki, Selene, Quilla, Isis y Lucy? Eres tú quien puede devolvernos a nuestro amado astro rey Xué. Eres tú de quien más necesita él para poder resplandecer. Eres tú la única capaz de devolverle la vida y yo confío en ti. Humildemente mi musa, te pido que devuelvan su alma hacia sus súbditos.”
Al parecer las plegarias del joven poeta no habían sido escuchadas, a pesar de todos sus esfuerzos entendió que estaba destinado a perecer con sus Dioses así que solo se dejo caer ante la nieve esperanzado por morir en el frío, mientras miraba como el tiempo se esfumaba entre la ventisca acepto su triste realidad. Entonces de la nada, todo se comenzó a convertir en una noche blanca. Extrañamente para él, el cielo se entintaba de luz blanca y tonos violetas haciendo que toda la nieve a su alrededor se tornara en un fino color platinado. “¿A caso serán realidad mis plegarias?” se preguntó. Inmediatamente se levantó y corrió hasta la colina más cercana para presenciar lo que sucedía. Guío su vista hacia el suelo y admiro como la nieve ahora se cubría por un tono rojizo lentamente, después levanto la mirada hacia el horizonte y lo que se postro a sus ojos, se hizo lo más bello que vería en su vida. No solo se trataba de la felicidad que sintió por poder vivir de nuevo con sus deidades, en realidad siempre se trató de aquel sueño de su Sol que reclamaba ser real, aquello que fomentaba en él la esperanza de emanar junto a su Luna una sola luz. Nunca antes alguien había presenciado lo que el joven poeta pudo admirar antes que todos los mortales… los astros habían fusionado sus almas.