Siempre pido un descafeinado cuando me refugio en la cafetería. Una vez por semana de 7 a 8 de la noche, me gusta mirar mi reflejo en el café. Lo contemplo antes de beber un poco y luego escribo lo que vi en él... las hojas en mi libreta ya guardan bastante de lo que he mirado allí.
Yo, me pierdo y recuerdo, hallo todas las memorias entre mi caos ordenado.